viernes, 30 de marzo de 2007

Los Mochicas y la caza

El hallazgo de la tumba real de Sipán en Huaca Rajada y las investigaciones en Huaca El Brujo, en las tumbas de Sicán y en Huaca de la Luna, produjeron un renacimiento del interés mundial por las civilizaciones perdidas del norte peruano, que reconocen en los Moche, a uno de los pueblos de mayor influencia en la América prehispánica.
La cultura Moche o Mochica surge y se desarrolla en la larga y angosta franja desértica de la costa norte del Perú, entre los siglos I y VII, debilitándose hacia el siglo VIII. Esta zona fue el epicentro ceremonial de su cultura que, en pleno apogeo, abarcó los actuales territorios de Piura, Lambayeque, La Libertad y Ancash, hasta el puerto de Huarmey.
La sociedad Mochica se establecía en jerarquías muy marcadas lo que, a falta de haber desarrollado algún tipo de escritura, quedó reflejado en su muy abundante producción de cerámicas o "huacos". La pirámide de esta sociedad teocrática estaba encabezada por los Señores, con poderes terrenales y religiosos. Los sacerdotes conformaban un segundo estrato que podía estar integrado por mujeres sacerdotisas, al igual que los Chimus. El tercer estrato era el del pueblo, que realizaba los trabajos de campo y los oficios. Esta división de la sociedad en castas, gobernadas por caciques o sacerdotes de los diferentes valles, se unió bajo un mando único sólo en épocas tardías.
Los Moche eran evidentemente guerreros, como lo muestran las escenas de lucha, en las decoraciones de las vasijas y las representaciones escultóricas individuales. Los guerreros gozaban de un estatus especial y formaban pequeños ejércitos profesionales.
Para los Mochica, amantes de la vida, la muerte no constituía el final। Los hombres seguían viviendo en otra esfera del mundo con sus mismas obligaciones o privilegios, razón que llevó a sepultarlos con provisiones y bienes. Los entierros reflejaban así la función y lugar de cada hombre dentro de su sociedad. Las tumbas Mochica poseen una decoración mucho más rica que las de épocas precedentes y los muertos yacen siempre sobre la espalda. Los grandes personajes se enterraban junto a docenas de vasijas, botellas, jarros, bandejas y recipientes con decoraciones en relieve que representan frutos, animales, hombres y dioses. Los cadáveres llevan valiosos pendientes, mosaicos de turquesa incrustada en oro, collares de cuentas de oro huecas y medallones con rostros humanos.


LA CAZA

Los documentos que sobre el particular poseemos evidencian terminantemente que esta ocupación en los viejos tiempos mochicas estuvo debidamente organizada y,por ende, reglamentada.

Las pictografías que contienen escenas de caza atestiguan además que dicha actividad fue el deporte favorito de los grandes jefes y que fue practicada por ellos de manera preferencial. Éstas relatan gráficamente el procedimiento que se empleaba para coger a cada animal, y los instrumentos entonces en boga, que se usaban para poderlos victimar.

Fue, pues, según lo que dejamos dicho, la cacería del venado el deporte por excelencia cultivado por los grandes jefes y nobles mochicas, práctica que solamente estaba reservada para ellos. No podemos asegurar si el pueblo se dedicaba también a este quehacer,a pesar de que hemos encontrado grupos representativos
de la clase humilde en todas las escenas de cacería; acaso éstos no eran sino los sirvientes que ayudaban a sus jefes o los representantes de las grandes masas que asistían atan importantes torneos, con el objeto de aplaudir y estimular la agilidad y destreza que derrochaban sus gobernantes en los incidentes movidos y hasta dramáticos
de tan pintoresca como sugerente costumbre.

Los jefes mochicas acudían a la caza exhibiendo vestidos sencillos que les permitían una mayor desenvoltura y seguridad en los movimientos en general, y muy especialmente para las carreras. Llevaban hermosos tocados, muy bien sujetos bajo el mentón voluntarioso; el busto y los miembros superiores e inferiores iban descubiertos. Las piernas las llevaban protegidas en igual forma que los “mensajeros”, cuya minuciosa descripción aparece en el capítulo dedicado al tema de la escritura.
Armados con estólicas que impulsaban dardos de filudas puntas de cobre, o también dueños de grandes saetas que se lanzaban a manera de jabalinas (Fig. No.402), marchaban animosos y seguros del éxito de su empresa. Los grandes dardos eran lanzados con enorme vigor, de manera que, por regla general, al dar en el blanco atravesaran el cuerpo del venado.

Fuera de las armas cortantes de caza ya citadas, utilizaron también las contundentes, como la maza o porra, que servían muy especialmente para atontarlos cuando eran acorralados dentro de las redes y también para ultimar a la presa (Fig. No. 403).

De mucha solemnidad debieron ser estas grandes cacerías, que se iniciaban con el desfile de los jefes, quienes eran conducidos al lugar del evento en literas o andas de traza muy sencilla. Tras ellos seguía una apretada muchedumbre compuesta de individuos que tomaban parte en la ruda labor del rodeo de los animales.

Creemos que los grandes chacos o rodeos que constituyeron el ápice de la caza en la época incaica fueron similares a los que se practicaron en la gran etapa mochica.
Individuos armados de garrotes y de mazas acudían a levantar la caza de los montes, procurando reducir a las presas en círculos cada vez más pequeños, hasta conseguir que ingresaran en una gran red que se tendía con anticipación en un paraje adecuado (Fig. No. 404). La red tenía, en unos casos, una sola puerta de acceso, que era después custodiada por un asistente. La red alcanzaba a encerrar un gran espacio, y es así como podemos ver dentro de ella –en la pictografía que aparece en la figura No. 405– a los jefes que están atacando a los venados que saltan las plantas de achupalla y pasan veloces entre los árboles. Era en el interior de la red donde los jefes animaban su deporte favorito, haciendo gala de su pericia y habilidad en el manejo de la estólica.
Es también interesante anotar que en todas las escenas de cacería hemos podido comprobar que la mayoría de los animales atacados eran machos, hecho que guarda íntima relación con la costumbre incaica por la que “se exterminaba a las fieras, se trasquilaba a los huanacos y vicuñas y se daba soltura a las hembras


2 comentarios:

Editor dijo...

Man has been hunting those damn deer since time began. Seems like we would be getting better at it:)

Anónimo dijo...

Ivan,

Muy interesante el escrito sobre la caza y los mochicas.

Conozces si alguien, arqueologo, etc, se esta dedicando a estudiar especificamente el tema de caza en el antiguo peru?

Conoci a un PhD americano que justamente se dedica a estas cosas y lo invite a venir al peru para hacer un estudio al respecto...



Me avisas.


Saludos.



Thomas

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