viernes, 26 de enero de 2007

Comportamiento Animal: Anatomia del primer disparo





"En caza mayor, el emplazamiento correcto del primer disparo es más importante que el calibre o la energía del mismo".


La importancia del primer disparo radica en que dependiendo de la lesión infligida dependerá que tengamos que rastrear a no un animal herido, o peor aún, tener que evadir la carga de un animal peligroso.

Código de colores. Amarillo: caja craneal y columna vertebral Verde: huesos de los miembros. Círculo rojo: corazón. Círculo azul: pulmones. El círculo azul, a veces denominado círculo letal, incluye al triángulo vital (en celeste), parte del corazón y los grandes vasos y el tejido pulmonar.

Generalidades.

Para que éste primer disparo cuente, es necesario poseer algunos conocimientos mínimos de la anatomía de cada una de nuestras presas, la profundidad a la que se encuentran sus órganos vitales, y el tipo de protección que presenta cada uno de estos órganos desde los diferentes ángulos de disparo.

También es conveniente tener una tener una idea de las diferentes reacciones de fuga (o de agresión) que desencadena cada tipo de herida sobre la presa. De esto depende no solamente la seguridad del cazador, sino cómo, cuando y hasta dónde será necesario rastrear a la presa.

Por lo general no es la presa quien decide que distancia o en que dirección correrá luego del impacto. La distancia que una res herida recorrerá antes de caer o de detenerse a descansar está determinada por la región anatómica que ha sido afectada y por la actitud posterior al disparo del cazador, mientras que la dirección en la cual correrá está dada por factores cómo el tipo de terreno, la posición en el mismo y la actitud del cazador, y en ocasiones, el cuadrante desde donde sopla el viento.

Antes de entrar en detalles sobre lo que ocurre ante cada tipo de herida, es importante recordar que la conducta de un animal herido es diferente al de uno que no lo está. Ésta modificación se debe al intento de la presa por controlar la situación.

Un ciervo herido tratará de poner la mayor distancia posible entre él y su agresor, mientras que uno que no lo está puede rodear al cazador con el fin de ponerse viento abajo del mismo y mantenerlo bajo su vigilancia. Esto último es lo que hará un búfalo herido, pero con la intención de emboscar y atacar desde atrás a su perseguidor.

A su vez, la repuesta de una animal herido varía ampliamente. Sí la presa ha logrado relacionar el ruido con el cazador y su dolor, tenderá a huir. Sí esto no ha ocurrido, y el animal sólo acusó el dolor del impacto, que a veces suele ser mínimo, puede quedarse en el lugar tratando de dilucidar que fue el ruido escuchado.

La tabla I es una generalización de las reacciones más comunes ante los tres tipos de heridas principales, sin embargo las distancias dadas son muy aproximadas a la realidad y los comportamientos constantes en su aparición.

Tabla I

Región anatómica. Reacción inicial al impacto y distancia de fuga aproximada.
Tórax Levanta las manos o salta; corre unos 150 a 200 metros hasta desangrarse.
Abdomen Cocea, corre 300 metros y para a descansar si no es perseguido inmediatamente.
Extremidades Cojea, pero se mantendrá caminando indefinidamente sí se lo persigue.

Al igual que con las heridas, el rastreo de un animal herido puede ser sistematizado sobre la base de las reacciones fisiológicas y de comportamiento que presenta cada animal. Sobre las observaciones remarcadas en el cuadro anterior, que determinan que tipo de herida hemos infligido, es que se toma la primer decisión antes de iniciar el rastreo de la pieza.

En otras palabras. Conocer que efecto tiene cada tipo de herida sobre los animales nos permite abatirlos con mayor celeridad y menor sufrimiento, lo cual debe de ser el objetivo de todo cazador. Pero en caso de que los resultados no sean los esperados, es el conocimiento del tipo de herida que hemos infligido lo que nos dicta cuando, cómo y dónde empezar a rastrear y cuales son las probabilidades de éxito.

La munición.

a resistencia al impacto por parte de la piel, músculos y huesos que rodean a los órganos nobles puede ser tan importante, que los fabricantes de munición deportiva proveen al menos tres tipos diferentes de puntas (perforante ó sólida, de expansión controlada o retardada y de expansión brusca), especialmente diseñadas para lograr la correcta penetración y expansión en cada caso. Evidentemente estas diferentes puntas son de uso muy específico, y es parte de las obligaciones del cazador conocer cuando y como utilizarlas. Pero para saber cómo escoger el proyectil adecuado es necesario tener una idea previa de la resistencia que se desea vencer, y de la profundidad a la cual es necesario alcanzar desde al menos tres ángulos de disparo; anterior, lateral y posterior.

Todos los cérvidos, (en el grupo se puede incluir al puma y el jabalí), poseen una estructura anatómica básica semejante, y las pocas diferencias están dadas por el tamaño del animal y algunas características morfológicas de escasa importancia, particulares de cada familia. La piel de estos animales, incluyendo a la mítica coraza del jabalí, ejerce escasa resistencia a la penetración de los proyectiles modernos, no así sus huesos y músculos, que en ocasiones suponen barreras infranqueables, o que pueden deflectar un proyectil.

Conceptos generales de las diferentes heridas.

Los cuatro tipos de heridas principales, torácicas, abdominales, del sistema nervioso y de los miembros, tienen reglas generales, las cuales serán desarrolladas a continuación. Recuerde que son reglas, y que toda regla tiene su excepción (o milagro cuando se trata de heridas).

La primera dice que las heridas torácicas que afecten corazón, pulmones o grandes vasos producen la muerte por hemorragia y la concomitante anoxia cerebral dentro de los 150 a 200 metros y en un lapso menor a los 5 minutos.

Por su lado, las heridas abdominales, salvo aquellas en que se produce estallido hepático, renal o perforación de una arteria mayor (hemorragias masivas), hacen que el animal huya para detenerse en un radio de 300 metros. En éste caso el deceso no es rápido ni indoloro, y puede tomar hasta 36 horas, pero una vez perforado el peritoneo y vísceras huecas la muerte resulta inevitable por la peritonitis que se desarrolla.

En cuanto a la regla sobre las heridas de los miembros es que no hay reglas fijas, ya que el resultado es una ruleta rusa que depende de que se haya afectado piel, piel y músculos, ó piel músculos y huesos, y de la importancia de la articulación envuelta. Pero un animal herido en las extremidades sangra poco, camina mucho y a lo sumo nos dejará la huella de su cojera para seguirlo por días. Raramente una herida de éste tipo produce la muerte a corto plazo, y cuando lo hace es por la incapacidad funcional que solamente resulta mortal a los meses de producida.

Reconocer éste último tipo de heridas adquiere importancia para el cazador en terrenos montañosos, dónde una herida del cuarto posterior hace que un animal tenga forzosamente que descender, mientras que las heridas de las manos lo obligan a ascender, ya que para hacerlo solamente necesita la fuerza de su cuarto posterior, y a la inversa. En éstos casos poder determinar dónde está herido el animal representa saber hacia dónde se encaminará, lo cual al momento de rastrear es una ayuda importante.

Las heridas del sistema nervioso, tanto al sistema nervioso central (cerebro), cómo el periférico (médula espinal), pueden producir la muerte instantánea, parálisis de dos de los miembros, de los cuatro de ellos, ó desvanecimiento con recuperación posterior. Pero el animal siempre cae aparatosamente en el lugar, dando la oportunidad al cazador de asegurar su presa con un disparo al tórax, que es lo que se debe de hacer en forma rutinaria ante éste tipo y cualquier otro tipo de heridas.

LAS HERIDAS TORÁCICAS.

El secreto para colocar correctamente el primer disparo radica en poder "ver" la anatomía de la presa desde cualquier ángulo de presentación.

Código de colores. Verde: cerebro y columna vertebral. Amarillo: huesos de los miembros. Rojo: área cardíaca. Azul: Área pulmonar.

Evidentemente éste tipo de heridas representan el grupo de mayor interés para el cazador. El disparo al área vital formada por el corazón y los pulmones es el preferido sobre cualquier otro por la consistencia de los resultados obtenidos y por el generoso margen de error que permite la zona. Lo que es cierto es que los disparos a ésta región anatómica no son los ideales para parar la carga de un animal peligroso.

Salvo honrosas excepciones, los disparos al tórax se realizan con munición de punta expansiva y no sólida. Estas últimas se reservan para los disparos frontales a la tabla del cráneo, en los disparos desde atrás a la unión entre la cadera y la columna vertebral, y en los disparos laterales a los huesos que conforman el hombro.

La idea de utilizar puntas expansivas de diferente dureza es la de perforar piel, huesos, músculos y eventualmente una costilla, para luego penetrar al tórax, y recién una vez dentro del mismo expandir. Cuanto mayor sea esa expansión (dentro del tórax), y cuanto más violenta, más rápido se producirá el deceso.

Para presas cómo los ciervos, pumas o jabalís, lo ideal es que en la munición prevalezca la expansión sobre la penetración y que la punta no perfore a la res saliendo por el lado opuesto. Cuanto más energía ceda dentro del animal, mayor será la hemorragia por los dos mecanismos habituales, y que veremos a continuación. En el caso de que el proyectil sea tan duro cómo para perforar a la res, la energía se perderá contra un árbol cincuenta metros más allá, o sea terminará desperdicia en la nada.

Los diferentes mecanismos de hemorragias.

Las hemorragias por disparos de arma de fuego se producen por dos mecanismos diferentes, que pueden actuar o no concomitantemente.

El primero de ellos se produce por la destrucción y corte de tejidos y vasos sanguíneos que produce el proyectil a su paso, en una especie de túnel de herida. Estos cortes se ven incrementados por las esquirlas que se desprenden de los huesos y del mismo proyectil. Sí el disparo afecta órganos nobles, cómo pulmones o el corazón, las hemorragias terminan siendo lo suficientemente importantes cómo para producir el deceso en corto tiempo. No ocurre lo mismo sí lo que se ve afectado es un grupo de músculos, dónde la hemorragia es mínima.

El resultado de estas lesiones es lo que se observa inmediatamente al abrir la presa, ya sea en forma de tejidos con hemorragias o sangre suelta en las cavidades.

El segundo mecanismo es más sutil, no se aprecia a simple vista, y parte de sus efectos se producen a distancia de la zona dónde se ha hecho impacto. Pero sus consecuencias son tan devastadoras cómo las del túnel de herida, o peores.

Una vez que el proyectil penetra la coraza externa constituida por piel y músculos, y recién dentro de un órgano rico en agua cómo los pulmones, se produce la expansión violenta de la punta, lo cual tiende a desacelerar la misma y reducir la penetración. A cambio de esto se produce una súbita y masiva transferencia de energía desde el proyectil hacia el agua de los tejidos, particularmente a la que se encuentra en forma de sangre dentro de los capilares.

El resultado de ésta transferencia de energía es un aumento súbito de la presión dentro de los pequeños vasos. Ésta onda de presión se transmite a lo largo de los mismos, haciéndolos estallar a distancia del lugar de impacto, y tan lejos cómo en el cerebro. El resultado es similar a disparar directamente contra éste órgano, con la diferencia que la destrucción se produce de adentro hacia fuera y no a la inversa.

El primer mecanismo de hemorragias es el resultado del uso de munición de alto peso, expansión lenta y gran penetración (Nosler Partition y similares), ideal para el tratamiento de animales de piel dura y peligrosos. En oposición a esto, la munición del tipo de la Ballistic Tip, de más bajo peso pero siempre de alta velocidad es responsable por las hemorragias a distancia. Ésta munición está reservada para animales de piel fina y para disparos sobre regiones anatómicas que opongan escasa o nula resistencia.

El esqueleto torácico.

La arquitectura del tórax de estos tres animales es simple y muy similar. Imagínese un tonel acostado sobre un lado, sin tapa ni fondo, y que está suspendido de un palo que pasa por su interior. Las costillas representan las paredes del tonel, mientras que la columna vertebral representa al traviesa que pasa por su interior y de la cual "cuelga" el tonel. En realidad las costillas "nacen" de las vértebras.

Éste conjunto de huesos está recubierto por piel y músculos, que ofrecen muy poca resistencia al impacto, al igual que las costillas, huesos planos relativamente frágiles. No así el miembro (mano) anterior, que con sus gruesos huesos provee de un fuerte escudo a la porción anterior del tórax. Por detrás del mismo se halla parte del corazón y los pulmones, así cómo la raíz de los grandes vasos sanguíneos.

La mano o miembro anterior está constituido por la paleta ó escápula (triángulo negro en la foto), el húmero y el primer hueso de la mano. Los dos primeros huesos mencionados forman los dos lados de un triángulo de base anterior (en amarillo) de nominado triángulo vital (no confundir con zona letal que es un concepto que se utiliza para graduar las miras ópticas). Dentro del triángulo se encuentran el corazón, los grandes vasos que nacen del mismo y parte de los pulmones.

Un disparo ligeramente [r delante de dicho triángulo romperá articulación escápulo humeral, la columna cervical, las costillas o los tres elementos. Lo mismo ocurrirá si resulta ligeramente elevado, en cuyo destruirá la escápula y los otros dos elementos mencionados, y afectando en ambos los pulmones.

En estos huesos duros que forman el triángulo vital radica parte del problema, así cómo del fracaso de los disparos al tórax. Dependiendo del ángulo de incidencia del proyectil y de su resistencia a la deformación, en las ocasiones en las que se cuenta con munición expansiva dura (Nosler Partition, Barnes X, etc.), es conveniente tratar de fracturar primero alguno de estos huesos, para que recién el proyectil ingrese a la cavidad torácica ya deformado.

El resultado es una herida combinada, con destrucción de la articulación o huesos de la mano, junto con una herida en forma de túnel que afecta pulmones y/o corazón, y que además del daño que produce el proyectil la lesión se ve agravada por la acción de las múltiples esquirlas de hueso que ingresan en la cavidad y que actúan como proyectiles secundarios.

Estas heridas son altamente invalidantes, más aún sí se logra romper los dos hombros al mismo tiempo, pero presentan el problema de destruir enormes porciones de tejido edible. Por estos motivos estos disparos se reservan solamente para aquellos animales considerados cómo trofeos, dónde su cornamenta, colmillos ó piel tiene más valor para el cazador que la carne obtenida.

Por el contrario, sí uno dispone de munición expansiva blanda, (Sierra GameKing), o de un cartucho mágnum con puntas duras, pero el disparo será tomado a muy corta distancia, digamos 50 metros, en lo posible hay que evitar incidir sobre el miembro anterior, y tratar de penetrar a la cavidad torácica por el centro del triángulo, rompiendo sólo una costilla, o mejor aún, pasando entre dos de ellas. De esa manera evitaremos que la munición "estalle" (por su alta velocidad o por su falta de dureza) contra alguna superficie resistente, creando una herida de escasa profundidad que nos garantizará un largo pisteo.


Ubicación del disparo.

El blanco de elección en la cacería de cérvidos es el triángulo mencionado. Lo ideal es colocar el disparo en el centro del mismo, justo por detrás del miembro anterior y un poco por arriba del codo. A esa altura se halla ubicada la parte superior del corazón y la salida de los vasos mayores, y rodeando todo esto está el tejido pulmonar. Bastará con romper cualquiera de estas tres estructuras para generar una hemorragia importante, que acabará, en mayor o menor tiempo, o dentro de los 150 a 200 metros con la vida del animal.

Los disparos que se ubican de la parte media del tórax hacia abajo producen hemorragias más intensas, ya que por gravedad la sangre se acumula en las zonas más bajas de los pulmones. En oposición, los impactos a la mitad superior del tórax, que sólo está ocupada por tejido pulmonar menos irrigado, permiten una mayor sobrevida (medida en minutos).

No es raro ver animales con ambos ventrículos cardíacos "pinchados" correr un centenar de metros, mientras que otros con la misma lesión se desploman cómo sí se les hubiese quitado el piso de los pies. Esto depende de otro hecho fisiológico; que el corazón se encuentre lleno de sangre ó que esté vacío al momento del impacto. En el primer caso, y por la enorme transmisión de energía hacia la sangre, las cámaras cardíacas estallan, produciendo una hemorragia que sustrae en forma instantánea el 25% del volumen sanguíneo. El cerebro simplemente colapsa por falta de oxígeno y el animal es incapaz de dar un paso más.

La misma herida, con el mismo tipo de munición pero con el corazón vacío produce la muerte en un lapso algo mayor.
Por último nos quedan por analizar las heridas torácicas con compromiso neurológico, cómo cuando es afectada la columna vertebral y por ende la médula.
Esta heridas se producen por disparos al tórax muy altos, afectando la región de los "lomos", destruyendo de paso gran cantidad de tejido de nombre homónimo, lo cual es un crimen.

La caída del animal es aparatosa, ya que dependiendo a que altura se seccionó la médula el animal puede perder solamente la tracción de los miembros anteriores, o de los cuatro simultáneamente. Pero estas lesiones deben de evitarse, ya que las probabilidades de fallar en el intento son grandes.
Cómo sea, ante una presa que cae como fulminada ante uno de estos impactos, es necesario asegurarla inmediatamente con un segundo disparo al tórax. Para que el animal no sufra, para que no pueda agredirnos al acercarnos, y para que no se levante y huya, cómo ocurre en más de una ocasión.
En estos últimos casos lo que ocurre es que el proyectil pasa por arriba o por debajo de la columna vertebral, sin tocarla, perforando solamente piel y músculos. La onda de presión que se produce al paso del proyectil genera una sección medular reversible, y el animal puede recuperarse en pocos minutos.

Bien, son todas estas variantes descriptas las responsables por las diferentes conductas al impacto, pero lo importante a recordar es que en la mayoría de las veces una presa herida en el tórax alzará sus manos o saltará con sus cuatro miembros en hiper extensión, para luego correr por unos 150 metros y desvanecerse por la pérdida de sangre. La muerte sobreviene en escasos minutos.

LOS DISPAROS A LOS MIEMBROS.

La regla general dice que los disparos a los miembros deben de ser evitados. Los cérvidos son cuadrúpedos, y que la fractura o lesión de uno de sus miembros no es garantía de inmovilidad bajo ningún concepto, y menos aún de letalidad.

Emplazamiento correcto con munición expansiva del primer disparo sobre un búfalo no alertado. Para la misma presa, pero adrenalizada y cargando, se emplea munición sólida la cual se dirige al testuz ó al corazón. Nótese la sangre en medio del círculo amarillo.

Hasta aquí habíamos analizado las lesiones torácicas. Nos queda entonces revisar los otros tres tipos de lesiones; de los miembros, al sistema nervioso y las heridas abdominales.
Para hacer al lector más sencilla la interpretación del texto sobre la anatomía, por favor remítirse a las fotografías previas con los diseños anatómicos incluidos en las mismas.
embargo estas heridas son un recurso extraordinario que sirve para restar movilidad a la presa mediante un segundo disparo y para evitar la fuga o el ataque del animal, ó bien cómo daño colateral intencional en el primer disparo desde una posición lateral a la presa, cuando éste es emplazado en la paleta ó el codillo, con el propósito de quebrar estos huesos, y alcanzar además la cavidad torácica.
El otro disparo deliberado a los miembros es aquel que se hace a la grupa de un animal en fuga, y que va dirigido a la unión entre la cadera y la columna vertebral (articulación sacro ilíaca). Estos disparos, conocidos cómo disparos al corazón al estilo tejano, deben de hacerse con munición sólida o expansiva dura, para garantizar la lesión de la médula espinal y la fractura de la articulación, con el fin de restar inmovilidad al animal. El lugar de referencia para emplazar el proyectil es sobre la línea media entre los dos glúteos, ligeramente por encima del ano del animal.

En caso de que el disparo salga desviado ligeramente hacia un costado, aún queda la posibilidad de fracturar la cadera o el fémur de ese lado. La otra alternativa es que el proyectil no toque ningún hueso grande, pero que continué hacia delante, generando un amplio túnel de herida a lo largo de toda la cavidad abdominal, para terminar en el corazón o los pulmones.
Para éste tipo de "carambola" se necesita munición sólida que acarree la mayor cantidad de caballo vapor posible (léase mágnum, nitro express, etc.).
Otra cuestión son los disparos accidentales a los miembros, que terminan por lo general en una pesadilla para el cazador y su presa. A menos que se produzca extenso daño funcional, con al menos la destrucción de una articulación o un hueso importante, raramente anclarán a la res, produciendo lesiones que le permiten mantenerse en movimiento por días, y que sí producen la muerte después de un lapso de tiempo prolongado, fuera de la vista y el alcance del cazador.

Lo importante de recordar es que una lesión de éste tipo, acompañada o no de fractura, obligará al animal a descansar para reponerse, lo cual hará sí no se siente acorralado o perseguido. Ante la sospecha que una presa está herida en uno de sus miembros, lo mejor es esperar hasta 6 horas antes de iniciar el rastreo. Esto le dará suficiente tranquilidad al animal para echares a descansar.




Una vez que el animal se recostó comienza el proceso fisiológico de reparación, se instaura una fuerte contractura muscular, muy dolorosa, destinada a impedir la movilización del miembro afectado y ayudar a su recuperación. Cuando esto ocurre la movilidad de la presa se ve seriamente afectada, hasta el punto de que a veces le es imposible ponerse de pie nuevamente, dándonos una mejor oportunidad de recuperar al animal. Éste fenómeno no es iniciado sí no se permite que la res descanse, cómo cuando se comienza la persecución inmediatamente, siendo éste el motivo por el cual en estos casos se debe de esperar tanto tiempo antes de comenzar el rastreo.

El codillo y el hombro.

Los disparos a ésta región anatómica deben de ser limitados a situaciones en las cuales se trata de abatir trofeos, en particular aquellos peligrosos de piel gruesa, siempre y cuando se esté disparando munición pesada, sólida o muy dura. Por supuesto que en estos casos preservar la carne de las paletas para consumo no es una prioridad. Bajos otras condiciones, cómo ser proyectiles livianos a alta velocidad, existen las posibilidades de que la punta sea desviada por un hueso duro ó estalle en superficie, generando una herida superficial.




La intención de los disparos dirigidos intencionalmente a ésta zona es la de romper la articulación entre la paleta y el húmero ó entre éste último y el primer hueso largo de la mano. Con munición adecuada suelen tener el mismo resultado que los que afectan la zona letal, pero en un porcentaje mucho menor. En los casos en que los resultados son los esperados, se debe a que el proyectil rompe la articulación y huesos, restándole aún energía suficiente como para perforar las costillas que se hallan por detrás, para recién ingresar a la cavidad torácica.
Pero sí el proyectil es deflectado o detenido, y por lo tanto no logra interesar dicha cavidad, lo más probable es que se termine rastreando por un largo trecho a una presa de mal humor con sólo una herida superficial. A aún en el caso de haberse producido fractura de huesos, ésta lesión no será capaz de detener la huída del animal, que suele perecer días después por la infección o la incapacidad motriz.

La computadora y su blindaje.

sistemas nerviosos central y el periférico, compuestos por el cerebro y la médula espinal respectivamente, se hallan alojados y protegidos por una fuerte estructura ósea; el cráneo y la columna vertebral. Por esta razón, por lo pequeño de su superficie que aumenta las posibilidades de marrar el disparo, por la protección ósea y muscular que presentan, y por la posibilidad de dañar el trofeo en los disparos dirigidos a la cabeza, los disparos intencionales a estos lugares, para cualquier animal de caza mayor, están desaconsejados. Sin embargo, existen algunas excepciones. Los disparos frontales al cerebro están reservados como última instancia para parar la carga de un animal peligroso, lo cual no es el caso del ciervo. La segunda excepción son los disparos al cuello, intentando fracturar la columna vertebral, ya sea desde adelante a desde un costado y que se utilizan en contados casos cuando la presa no da tiro.

La columna vertebral no sigue en su recorrido una línea recta como lo hace con los humanos. Desde su salida en la base del cráneo se dirige hacia abajo y atrás hasta alcanzar la entrada del tórax, lugar donde se torna horizontal hasta terminar en la cola del animal. Es exactamente esa acodadura la que se busca alcanzar y fracturar con los disparos dirigidos un poco adelante y arriba del codo, pero es difícil determinar su posición exacta. Además de esto, la columna está cubierta por una gruesa capa muscular que la protege. Como referencia anatómica externa se puede tomar el ángulo que forman la unión anterior del húmero con la paleta. A esta altura, la columna vertebral en los ciervos se halla unos cinco centímetros por delante y por arriba de dicho reparo anatómico.

La tercera excepción a la regla está dada por los disparos a la unión de la columna vertebral y los huesos de la cadera, lo cual ya hemos mencionado.
Lateralmente se puede alcanzar también dicha articulación, pero son disparos que requieren de una minuciosidad de cirujano y suelen tener resultados erráticos. Como regla general es necesario recordar que los disparos al sistema nervioso, ya sea periférico o central, deben de ser evitados, y que en caso de ser necesarios hay que emplear para los mismo proyectiles sólidos que garanticen la destrucción y penetración de los duros huesos que protegen al sistema.

LOS DISPAROS AL ABDOMEN.
Los disparos dirigidos a la cavidad abdominal deben ser evitados más aún que los disparos a los miembros.

Estos impactos raramente logran derribar en el momento a la presa, permitiendo que la misma recorra herida y con dolor grandes distancias, lo cual es indigno de un cazador, y con los consabidos resultados: presas heridas que no son recuperadas y que perecen días después.
La obligación moral de todo cazador es abstenerse de disparar si la única oportunidad que se le presenta es la de hacerlo sobre ésta región anatómica. No existe otra alternativa al respecto.
Dódigo de colores de la fotografía: En blanco área aproximada que ocupan los órganos abdominales. Amarillo: huesos de los miembros. Rojo: corazón. Verde: columna vertebral y cerebro.

Sin embargo, para aquellos que poseen un conocimiento adecuado de la anatomía de su presa, es posible alcanzar los órganos alojados en la cavidad torácica a través del abdomen. El disparo debe de ser dirigido en forma oblicua al animal, desde atrás hacia delante, incidiendo en el abdomen inmediatamente por detrás de la última costilla. De ésta manera la punta no encontrará a su paso grandes resistencias que la deformen, perforando el diagrama (músculo que separa el abdomen del tórax), y alcanzando posteriormente los órganos torácicos con la energía adecuada.




Las heridas abdominales son altamente contaminantes por la perforación del peritoneo y el derrame del contenido intestinal que producen, invadiendo con bacterias hasta zonas tan alejadas como los grupos musculares de los miembros en menos de una hora. El detalle merece ser tenido en consideración cuando se desea preservar las partes comestibles para uso humano.
La muerte por herida abdominal es larga y dolorosa, por lo que debe de evitarse de cualquier manera hacer impacto en el área. Primero se produce una peritonitis con intenso dolor que paraliza al animal entre las 6 y 12 horas después de haber sido herido. Finalmente sobreviene la deshidratación y los dolores. El deceso se produce dentro de las 36 a 48 horas iniciales. Sí el animal puede se dirigirá a alguna fuente de agua, dónde se puede esperarlo para terminar con su sufrimiento, pero es una jugada de largo aliento. Puede ser que nunca llegue a la misma.
Por lo tanto el rastreo de una pieza herida en el abdomen no se comienza hasta pasadas 6 horas de haber sido lesionada. Lo más probable es que debido a un reflejo involuntario el animal cocee, para luego correr unos trescientos metros antes de detenerse, lo cual hará sí constata que no es perseguido y se siente a salvo. Una vez que se recueste a descansar, y sí hubo derrame del contenido gástrico al peritoneo por perforación del aparato intestinal, sobrevendrá en poco tiempo una contracción particularmente dolorosa de los músculos de la pared abdominal que le impedirá continuar la marcha.
Particularmente con éste tipo de heridas, y por razones que desconozco, después del disparo el ciervo afectado tiende a apartarse de la dirección en que corre el resto del grupo. Algunas otras especies de animales presentan el mismo fenómeno, pero no es constante.

En las heridas torácicas ocurre algo similar, pero esto se debe a la caída brusca de la presión arterial que impide al cerebro trabajar normalmente, por lo que el animal se mueve en ocasiones cómo sí estuviese ebrio.
Las descripciones anatómicas dadas se repiten con bastante similitud en los cuadrúpedos en general, tanto en los felinos, bóvidos cómo suidos, por lo tanto la técnica descripta es perfectamente aplicable a estas especies de animales.
Además del conocimiento de dónde se debe de hacer impacto, el cazador debe de saber cómo y cuando comenzar a rastrear una pieza según el tipo de herida infligida, pero eso es harina de otro costal y tema para otro encuentro.

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